En el centro de la Ciudad Vieja de Montevideo, a dos cuadras de la famosa Plaza Zabala y a tan solo 200 metros de la Rambla, se encuentra esta casona señorial de gran importancia histórica.
El edificio de tres plantas con fachada neocolonial fue construido en 1924 por el escritor y masón Manuel Acosta y Lara. Ha tenido cuatro dueños a lo largo de su historia, pero fue el actual propietario quien se encargó de su renovación a fondo durante los últimos diez años. Antes había estado deshabitada durante una década y amenazaba con caer en el abandono. Gracias a que la estructura estaba mayormente intacta y se habían conservado muchos elementos arquitectónicos originales, con los trabajos de restauración fue en gran parte posible devolverle a la casa su estado original. Sin embargo, hay que mencionar que aún falta mucho para terminar la restauración al cien por ciento.
El magnífico diseño de los espacios interiores ostenta influencias renacentistas, del barroco burgués español y del clasicismo italiano. En este formato resulta prácticamente imposible nombrar y describir todas las habitaciones en detalle, por eso brindamos aquí solo un resumen general:
En sus tres plantas y con una superficie habitable/usable de 787m², la casona cuenta con una impactante sala de entrada, un gran salón con una chimenea barroca española de 4 metros de altura, importada exclusivamente de Europa y bastante más antigua que la casa misma, un salón comedor, una sala de teatro, un invernadero impresionante, 7 dormitorios, otras 7 habitaciones y 5 baños. En el techo hay además un pequeño observatorio astronómico.
Se dice que casas como esta encuentran y eligen a sus dueños por sí mismas, y quien visita el “Palacio Acosta y Lara” siente enseguida que eso podría ser cierto.
Solo con información técnica es simplemente imposible hacerle justicia a esta residencia urbana.
Ya al pisar el lujoso primer hall de entrada se tiene la sensación de que el tiempo se ha detenido; inconscientemente los pasos se vuelven lentos, cautivados por la estética mística del lugar que envuelve y fascina al visitante. Es como sumergirse en un mundo mágico y desconocido, lleno de misterios y maravillas. Sorprende, fascina y atrapa, quiérase o no.
En teoría se podría intentar describir detalladamente todas las habitaciones y salas, con sus vitrales artísticos, las columnas, las molduras de estuco, los ornamentos y los hermosos pisos, pero en este caso sería un intento absurdo.
El verdadero valor de esta casa importante y única es incalculable; no alcanza con una descripción objetiva. Hay que verla y sentirla para comprenderlo.
Si le interesa, con mucho gusto coordinamos una visita guiada.
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